La recuperación gradual de la actividad ordinaria en nuestro Sistema de Salud

15/04/2020

En plena guerra contra el Covid-19, y ya con algunos indicios de ir ganando batallas importantes, hemos de ir pensando en paralelo, y sin bajar la guardia, en la vuelta a la normalidad. Una vuelta que implica atender los casos y urgencias de otras patologías, junto con un replanteamiento de nuestro Sistema Nacional de Salud.

No cabe la menor duda de que la lista de espera que teníamos antes de la pandemia va a aumentar, y no solo por haber retrasado aquellos casos no urgentes, para dar prioridad a los enfermos del Covid-19, sino porque habrá nuevos y más numerosos diagnósticos de personas que, en condiciones normales, habrían acudido a consulta y han preferido soportar, en sus domicilios, su dolor o sus síntomas, en espera de que se normalice la situación. Estos nuevos diagnósticos, algunos de ellos agravados por la espera, exigirán tratamiento que irán a engrosar la lista de espera.

Debemos de pensar cómo hacemos frente a esta nueva y previsible demanda, que va a requerir un esfuerzo adicional de unos profesionales sanitarios ya suficientemente agotados y reducidos en número. Respuesta que pasa por reordenar nuestros recursos y apoyarnos en las nuevas tecnologías

Junto a este problema, que debemos tratar como algo urgente que se nos viene encima, debemos también reflexionar sobre nuestro Sistema Nacional de Salud, para aprender de la experiencia sufrida y para poner en marcha los cambios que permitan ganar en calidad y eficiencia.

Es preciso analizar lo sucedido en estos meses, para encontrar los fallos y defectos que nos han llevado a una situación de gravedad quizás varios grados por encima de lo que correspondía. Un examen alejado de la lucha política. Es más, y si se me permite, aislando a los políticos de este debate riguroso y serio para que no lo contaminen con eslóganes y juicios precipitados que solo buscan autoexculparse o aplicar el ventilador para repartir culpas o inventarlas en el otro.

Tenemos que afrontar un examen de cada una de las fases que componen un buen Sistema Nacional de Salud como son: la prevención de la enfermedad y promoción de la salud, la atención primaria, la hospitalización en las fases agudas y en las fases de media y larga estancia, así como el seguimiento de los crónicos, de modo que ajustemos los recursos a las necesidades. Se trata de tener recursos y protocolos para una verdadera prevención que evite enfermedades y contagios, se trata de que nuestra fase aguda -alabada en muchos países- gane en calidad y eficiencia, que trabajemos bien la media y larga estancia para llevar a cabo, de forma adecuada, las convalecencias y rehabilitaciones, para posteriormente hacer un buen seguimiento de lo crónico que evite reagudizaciones.

También habría que incorporar a este estudio otros sectores, que aunque no pertenecen al mundo de la sanidad, sí trabajan en salud y calidad de vida, sin pedirles más de los que son: centros de servicios sociales y la continuación del domicilio de las mayores.

Es cierto que el gasto de nuestra Sanidad Pública y Privada, supone algo más del 9% del PIB, cuando la media europea se sitúa cerca del 10%. Debemos exigir más presupuesto pero también gastar con más eficiencia. Hay margen.

También debemos analizar nuestra estructura administrativa y política para evitar las discordancias que ha habido entre las distintas administraciones centrales y autonómicas. Debemos crear órganos de coordinación y seguimiento, con autonomía e independencia del poder político. Un poder siempre sospechoso de servir intereses ideológicos particulares que hay que controlar, ya que su tendencia al abuso y a su parcialidad les hace cometer graves errores que terminamos pagando la sociedad civil.

Alberto Giménez Artés
Presidente de la Fundación Economía y Salud