La salud digital no va de tecnologías, va de personas que usan las tecnologías.

17/02/2022

Ignacio del Arco Herrera Doctor en Ciencias Biológicas. Agente de innovación por cuenta propia. Colaborador del grupo de investigación PSINET (Psicología, Salud y Tecnologías de la Información y la Comunicación). Colaborador del DKV Innolab de Salud Digital.

 

Ha participado en numerosos proyectos de innovación en salud ¿cuáles cree que son los elementos clave para el impulso definitivo de la salud digital?

He tenido la suerte de trabajar en diferentes organizaciones de investigación, fundaciones y también empresas, algunas de ellas proyectos propios de emprendimiento y sigo colaborando en iniciativas relacionadas con la aplicación de tecnologías en la mejora de la salud y el bienestar. Y digo suerte porque, desde la perspectiva de la innovación, me ha ofrecido una ventana privilegiada para contemplar los cambios en los modelos de salud y los sistemas de atención y cuidados. Una ventana con vistas a llamativas tecnologías de vanguardia, y que me ha permitido ser testigo directo de las grandes posibilidades que han abierto las tecnologías de la información y la comunicación en el campo de la salud, e incluso de formar parte activa en alguna de ellas. Y aunque es muy fácil dejarse llevar por la atracción y el potencial de impacto de la última aplicación móvil, del último dispositivo o de un nuevo algoritmo; es importante recordar que la salud digital no va de tecnologías. Va sobre todo de personas que usan las tecnologías para mejorar su salud. Y ahí es justo donde están las claves, en nuestros comportamientos con la tecnología para promover o mejorar la salud, en por qué usamos o no una determinada solución, cómo y cuándo la usamos, qué factores nos empujan o facilitan a usarlas correctamente y que otros nos impiden o alejan del beneficio de usarlas.

 

Pero las tecnologías son también la clave para la transformación digital que estamos viviendo en el sector de la salud

En el sector de la salud siempre se han empleado las últimas tecnologías disponibles en cada momento para el diagnóstico, tratamiento y seguimiento de las enfermedades. Los avances en el conocimiento médico se han ido incorporando en forma de nuevas técnicas, procedimientos y herramientas clínicas. Y se sigue haciendo igual. La única diferencia es que las tecnologías digitales nos permiten hacer mejor las cosas que tenemos que hacer, de forma más efectiva, más rápidamente y con mayor seguridad. Nos permiten mejorar la atención en salud, poner el foco en el paciente de forma individual y personalizada, abriendo nuevos horizontes en la promoción de la salud y en la gestión de la enfermedad.

Las tecnologías son fundamentales, no cabe duda. Pero al final, lo determinante para nuestra salud es el uso que hacemos de ellas. La salud digital es un concepto que tiene como tres grandes dominios que se superponen y que describen:

  • El uso de tecnologías digitales para monitorizar, registrar e informar.
  • El uso de tecnologías digitales para facilitar la comunicación entre profesionales y con los pacientes.
  • El uso de datos masivos para mejorar la salud y los servicios de cuidados.

Es ahí donde está la verdadera transformación digital en salud. En el uso que hacemos de las tecnologías para jugar un papel más activo como pacientes y comprometernos en el cuidado de nuestra propia salud. O en el uso de esas tecnologías para interaccionar con profesionales mejor informados, más accesibles y con nuevos recursos clínicos a su disposición para generar un modelo integral de salud y bienestar, con sistemas de atención conectados y más eficientes. “El uso de…” implica una conducta. Algo que podemos (o no) hacer. Y las cosas que hacemos en nuestro día a día, o las que dejamos de hacer, son las que definen nuestra salud como individuos y también como comunidad. Es un pequeño matiz, pero importante.

 

¿Nos puede explicar un poco más por qué dice que la conducta es importante en la salud?

El estado de salud depende enormemente de la conducta. Los problemas más prevalentes de nuestra sociedad tienen que ver con las enfermedades crónicas y con problemas de salud mental; y la eficacia de los tratamientos más avanzados para estas patologías dependen en gran medida de la adherencia a largo plazo, del nivel de autocuidados y la gestión de la enfermedad en el día a día. Todos estos factores se relacionan directamente con nuestros comportamientos.

En general, todos sabemos las cosas que tendríamos que hacer para promover o mantener nuestra salud, y la mayoría de esas cosas implican cambios en nuestra conducta en relación a la dieta, a practicar más ejercicio, tomar la medicación de forma adecuada y evitar factores de riesgo como el tabaco o el estrés. Son parte de los consejos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para promover la salud en las comunidades, junto a otras cuestiones básicas como una adecuada higiene, vacunarse, practicar sexo seguro o hacerse chequeos médicos; que también dependen de nuestras conductas individuales.

 

Pero así parece que todo está en manos de las personas, que su salud depende solo de sus conductas.

Es la suma de esas conductas individuales lo que nos define como comunidad y, como animales sociales que somos, evidentemente nuestras conductas también se ven definidas por el contexto en el que vivimos. La OMS señala tres pilares básicos: que exista una buena gobernanza de la salud, que las ciudades o pueblos en los que vivimos sean espacios que promuevan la salud, y que la población disponga de un nivel adecuado de alfabetización en salud para poder tomar las decisiones correctas. Al final es un equilibrio, depende de nosotros, de las conductas que realizamos (como pacientes, pero también como profesionales, como decisores, como diseñadores o planificadores…), pero por supuesto también depende de nuestro entorno, del contexto en el que vivimos, de los recursos que tenemos accesibles, de la facilidad que tengamos para emplearlos, etc.

 

Teniendo en cuenta esos pilares básicos ¿Cómo se pueden promover comunidades más saludables a través del uso de las tecnologías de salud digital?

La salud digital nos ofrece numerosas y potentes herramientas para desarrollar y fortalecer esos tres pilares básicos. Es evidente por ejemplo que una buena gobernanza de la salud implica sistemas interconectados y en los que usan los datos para funcionar de forma más eficiente dando respuesta a las necesidades de salud de su población.

Las tecnologías también pueden ayudarnos a dotar de “inteligencia” a nuestros entornos cotidianos de vida y apoyar nuestras conductas para promover la salud o prevenir la enfermedad. Hay muchos ejemplos, pero tenemos algunos muy recientes durante la pandemia de COVID-19 como apps que identifican a través del móvil zonas de riesgo por la alta concentración de personas, o avisan a las personas que han tenido interacción con los casos diagnosticados para evitar posibles brotes.

Es quizás en alfabetización para la salud donde las herramientas digitales tienen el mayor potencial de recorrido, y es un claro ejemplo de ese equilibrio que mencionaba antes entre las conductas individuales (ya que el grado de alfabetización en salud refleja en gran medida la motivación, conocimientos y habilidades para promover o mantener tu propia salud) y los sistemas sociales de atención y cuidados (porque también influye la forma en que se facilita el acceso a esa información y se adapta a las necesidades y capacidades de las personas que tienen que hacer uso de ella).  Aquí podemos incluir por ejemplo todas las aplicaciones, dispositivos y contenidos disponibles para la promoción de hábitos saludables, que precisamente persiguen fomentar cambios de conducta para caminar más pasos, hacer todo tipo de deportes o mejorar tu dieta. También las aplicaciones que permiten acceder a través del móvil a tus datos médicos, a los resultados de las pruebas, a los informes clínicos, gestionar tus citas y contacto con los profesionales o ayudarte a encontrar la consulta que te toca dentro del complejo sistema de atención. Además de todas las soluciones para mejorar el seguimiento de los tratamientos, controlar la toma de medicación o de monitorización de variables o indicadores relacionados con la atención de enfermedades.

Siguen surgiendo muchas más, y las posibilidades son realmente enormes.  Estamos en un momento en el que tenemos más información y más accesible que nunca antes en la Historia. Y disponible a tiempo real, directamente entre nuestras manos. Pero tenemos que seguir trabajando para poder no solo acceder a toda esa información, si no para poder ponerla en valor, entenderla, procesarla y utilizarla de forma práctica en las decisiones que tomamos acerca de nuestra salud, en las cosas que hacemos y la forma en la que vivimos.

 

Y por ahí supongo que volvemos al matiz de la conducta que comentaba antes ¿cómo se puede aplicar para mejorar la salud de las personas?

Efectivamente, volvemos a lo que explicaba antes sobre la importancia que tienen para nuestra salud las conductas individuales y el contexto social en el que se desarrollan. Y en este campo son los profesionales de la psicología los que mejor saben cómo aplicar los modelos teóricos, los marcos de trabajo y las técnicas específicas del diseño conductual para promover o facilitar el cambio de un determinado comportamiento relacionado con la salud.  En el grupo de investigación en el que colaboro, se trabaja precisamente esta línea a través de lo que llamamos el Behaviour Design Lab en diferentes proyectos relacionados con la salud y el bienestar. Uno de los marcos de referencia que utilizamos por ejemplo es la Rueda del Cambio Conductual, un modelo que representa de forma muy gráfica la relación entre la conducta (partiendo de la base de que un comportamiento depende de tres factores necesarios: la capacidad, la motivación y la oportunidad) que se representa en el centro de un círculo sobre el que se integran en capas concéntricas, las políticas y las funciones de intervención que pueden utilizarse para facilitar que ese comportamiento tenga lugar.  Este es un modelo muy útil, ampliamente utilizado en el diseño y evaluación de las políticas públicas, y aunque no es específico para la salud o para salud digital, ayuda mucho a definir las estrategias basadas en el diseño conductual para conseguir influir en el comportamiento de las personas para mejorar y promover su salud.

 

¿Estas técnicas también se pueden aplicar entonces para mejorar las soluciones de salud digital?

Solo hay que pensar en el número de personas y el uso que se hace de distintas aplicaciones móviles y redes sociales. Detrás del éxito de todas esas herramientas hay mucho trabajo de diseño conductual, dirigido en este caso a atraer al mayor número de personas para que usen su aplicación y mantenerlos activos y conectados a través de determinados comportamientos en un contexto digital de interacción social.

Hay numerosas técnicas, que se pueden elegir en función del comportamiento sobre el que se pretende influir para provocar cambios positivos en la salud, la audiencia a la que va dirigida, el canal tecnológico que se va a emplear y otros elementos que pueden aumentar las probabilidades de éxito.  En el mundo digital, el objetivo de estas técnicas es conseguir lo que se denominan tecnologías persuasivas, que son aquellas que están diseñadas de forma que nos ayudan, o más bien nos “empujan” a creer o hacer algo (en este caso en relación a nuestra salud) convencidos además de que realmente es lo que hay que hacer.

 

Para terminar ¿nos podría poner algún ejemplo de proyectos o iniciativas en las que se esté aplicando el diseño conductual para la salud?

Es un campo en pleno desarrollo, pero hay diferentes iniciativas potentes a nivel internacional. Por ejemplo, Naciones Unidas tiene una red de innovación de Ciencias de la Conducta para promover el uso de esta aproximación en las intervenciones diseñadas para conseguir los Objetivos de Desarrollo Sostenible, facilitando los cambios de conducta necesarios en las personas y las comunidades. También la OMS tiene una división de “Behavioural Insights” y la Unión Europea un Centro de Competencias específico en el tema, con proyectos en marcha como un estudio conductual sobre la aceptación y demanda de la vacunación o del uso de una aplicación móvil para promover la movilidad al trabajo en bicicleta.  El gobierno británico publicó a través de Public Health England una guía nacional a finales del año pasado titulada “Consiguiendo el cambio de conducta” para maximizar la salud y el bienestar de la población, que se basa precisamente en el modelo de la “Rueda del Cambio Conductual” que comentaba antes, y que proporciona un manual práctico para conseguir el cambio de conducta a gran escala a través del diseño de intervenciones realmente efectivas.  Aunque para mí es una línea de trabajo más reciente, en el Behaviour Design Lab tienen también experiencia y actualmente se está aplicando por ejemplo en una iniciativa para mejorar la calidad del sueño en pacientes hospitalizados y en otro proyecto orientado a promover hábitos de vida saludable en personas con discapacidad física y orgánica a través de una intervención usando Telegram. Con el Innolab de Salud Digital también estamos ultimando la preparación de un nuevo proyecto de evaluación de posibles beneficios para la promoción de la salud del uso de realidad aumentada y entornos inmersivos como herramientas de apoyo en los procesos de cambio de conducta.